29 ene 2013

"Feng Shui" emocional

El sol entra sin llamar. Hoy el cielo ha dado una tregua, al fin, y hay tanta claridad en mi habitación que a penas puedo abrir los ojos cómodamente. Hoy el cielo ha dado una tregua, al fin, y la gente aprovecha para salir y disfrutar del maravilloso calor invernal, más cálido que ninguno. Yo desde mi ventana, los veo pequeños como hormigas, y cerrando un ojo juego a que los cojo entre los dedos, como una niña, triste y aburrida, un día maravilloso, mirando por la ventana porque está castigada.

Hay algo mágico en esta habitación que me hipnotiza. Cuando me tumbo en la cama y observo cómo se refleja el sol en el espejo de mi armario, tras atravesar el cristal de esa gran ventana mal pintada de blanco, mal encajada, a la que, a veces, cariñosamente, maldigo por no tener fuerza para abrir, y los rayos por enésima vez desviados, vuelven a la pared opuesta al armario (la de la ventana), en forma de reflejo, como un espejismo, como una mentira extraordinaria. 

Sin saber qué impulso extraño me ha movido a cambiar el orden de los cuadros de mi pared y de los adornos de los estantes que hay en el cabecero de la cama, le he dedicado un rato a establecer un nuevo equilibrio en mi hermosa habitación alquilada en Cádiz, a la luz del sol en su máxima expresión.

Tras mi ataque de "Feng Shui", me he vuelto a tumbar en la cama, contemplando mi magnífica obra, preguntándome por qué puse al principio los objetos que he cambiado de lugar, donde estaban antes, si claramente siempre debieron estar donde los acabo de colocar, donde les corresponde, y reprochándome por qué no me di cuenta antes. 

- "Perfecto, Irene, está perfecto"...

 "Qué precipitación más estúpida la tuya, podrías haber ido probando y no confiar tan ciegamente en que ese era el sitio que le correspondía tener a esa puñetera maceta", "Esa puñetera nos la ha jugado todo el tiempo ¿qué se ha creído? Estando en un lugar privilegiado, sin merecerlo"...

- "¿Esa puñetera maceta? ¿Estás segura de que sigues refiriéndote a la maceta?"

- ...

Y de pronto, me surge la duda, (gracias a mi Irene interior: Gracias, Irene):

¿Existe el Feng Shui de las relaciones interpersonales?

Puede que en nuestro interior, exista un "algo" que nos alerte sobre la insatisfacción para con ciertas personas, circunstancias o situaciones especiales. Igual que cambiamos de postura inconscientemente cuando la pierna se nos duerme mientras dormimos, igual que cuando se nos antoja tomar vino para comer, en vez de la coca-cola de siempre.

No creo que me esté explicando demasiado bien, quizás es un desvarío, quizás me esté dando demasiado sol en la cabeza. Creo que mi subconsciente ha hecho que me de cuenta de que, definitivamente, no me encuentro cómoda con una situación y me ha transmitido el impulso, la necesidad, la urgencia, la impetuosidad y la inquietud por cambiar algo, algo próximo a mi, del lugar donde vivo y duermo, pero yo, tras el cambio, me he sentido igual de insegura e insatisfecha. No es un mueble, es una actitud, una relación, un sentimiento.

Qué complicado es todo (porque hacemos que todo lo sea).

¿Y cómo actuar ante tal premisa?

Quizás la respuesta esté en el "Feng Shui", como un  "Feng Shui" emocional. Una nueva filosofía basada en el cambio en sincronía con las circunstancias que nos acontecen. El equilibrio entre lo que damos y lo que recibimos. Donde el estado ideal sea que el entrecruzamiento y yuxtaposición de dos almas sea esencial y pura, sin florituras, sin apariencias, nada más (y nada menos), que dos corazones sinceros que se aportan oxígeno  y nutrientes mutuamente. 

A veces ocurre que un corazón trabaja más que otro. Eso, en Medicina, podría traducirse como una hipertrofia compensatoria, y la atrofia lleva a un fracaso. Pero esto no es Medicina: Cuando una persona aporta más que la otra a una relación, pueden ocurrir cuatro cosas: que la que esté dando más, se canse porque se de cuenta de que la situación es insostenible, que la otra desarrolle un complejo de inferioridad (y por tanto, envidia, resquemor y coraje),que las dos opciones juntas ocurran simultáneamente, o que todo sea perfecto e idílico como la famosa serie "Friends" (pura ficción).

A veces nunca encontramos a la persona con la que congeniamos. No importa, esto no va dirigido a los mejores amigos, ni a los novios, ni siquiera a las madres e hijos. El "Feng Shui" mental funciona con todas las relaciones sociales que mantenemos a diario (con nuestro frutero, carnicero, compañero de trabajo, hermano, primo...).

La cuestión está en realizar un balance mental de lo que transmite la persona con la que estás compartiendo una situación. Después de la evaluación de sus aptitudes, habrá que elaborar y manifestar la respuesta emocional correspondiente, siempre equitativa y prudente.

Recuerda que en el "Feng Shui", el cambio es un factor que juega un papel crucial para llegar a un equilibrio. Las fuerzas deben estar compensadas.

Por ejemplo, si una persona te confía un secreto sobre algo malo que ha hecho a otra persona, existen las mismas probabilidades de que, en un futuro, esa persona te lo haga a ti. 

Existe una continuidad en cómo somos y qué hacemos, y por lo general es difícil de modificar (si es que alguna vez se ha conseguido), por lo que si tu frutero maltrata al que le distribuye las peras, ¿quién te dice a ti que no te maltratará también?

Como es imposible llegar al interior de alguien, y vislumbrar sus facetas ocultas para que puedas crear un plan de actuación para mantener el equilibrio (Feng Shui) y así no caer en el malestar, confusión, decepción, etc, al que llegamos a veces, simplemente, y después de todo este rollo, nos queda sólo una salida:

Confiar en los demás hasta que te den el palo, lamerte las heridas, seguir tu camino y volver a encontrarte a otra persona en la que tengas que confiar y vuelvas a tener que curarte las magulladuras.

Mientras tanto puedes cambiar el orden de los cuadros en la pared tantas veces como quieras...

... Porque la única forma de saber si puedes confiar en alguien, desgraciadamente, es confiando.

18 ene 2013

A finales de 2012

Me siento en el sofá. Solamente se escucha el sonido de mis dedos que, aún hábiles (a pesar del vino), producen al golpear firmemente las teclas de mi viejo portátil.

Desde aquí, si alzo la mirada, puedo ver cómo brillan las palmeras de la Alameda Cristina, cuyos troncos están forrados de cientos de bombillas por Navidad y la gente bien vestida paseando por el centro de Jerez tras una cena copiosa en casa, con familiares y amigos, quizás, quién sabe, algunas copas de más... 

Todos en casa duermen pero yo hace ya una hora que me quedé aquí, postrada, respirando en paz y sin oír risas ni escándalos. Aún llevo esa falda de raso que mi madre me arregló para que luciera "tipito" y la blusa que Papá Noel me ha traído, que me dejé puesta después de probármela, abrochada de mala manera y toda arrugada. Mis pies descalzos solamente cubiertos por unas medias recién estrenadas, rotas y las uñas pintadas de rosa. Así estoy: rota, aburrida, mal vestida y rosa.

Nada que decir, solamente un par de párrafos sin corregir. Desganada y aburrida de las fiestas, mirando el reloj todo el rato. Siento que las agujas me empujan a  la cama a cada segundo que marcan, pero me puede el vino y me duermo en el sofá. Mañana será lo mismo: comida y alcohol, es decir, Navidad.