15 oct 2017

Luces de neón para una chica Almodóvar

La luz atraviesa las hojas secas que se mantienen, como una especie de juego de malabares en el extremo de la fina rama, esquivando al viento. Demasiado cálido este medio día de octubre, que sorprende a los castaños. Cuando miro, mis ojos se llenan de momentos que quiero retener, pero se pierden inevitablemente, como el agua se escapa de entre mis dedos. 

Ya no volverá, lo se. 

No volverá el otoño fresco y rojizo, cuando llovía a cántaros y la tierra olía tan fuerte que aún puedo sentirlo, cuando estrenaba mi bufanda gris, por primera vez en todo el año, cuando te besaba en esa nariz helada, cuando me reía contigo. 

Ya no volverás, lo se.

No volverás pero te prometo que será como si no te hubieras ido.  

Nadie está preparado para las despedidas, pero reconozco que soy de las personas a las que les cuesta desprenderse de todo lo que componga su mundo, física y emocionalmente. Qué problema, porque como es natural, nuestro mundo va cambiando con el tiempo, sin cesar, y ese cambio es ineludible. Cuando era niña la muerte era para mi una ficción, algo que podía ocurrir pero que remotamente afectaría a mi entorno, y por supuesto mucho menos a mi. Recuerdo el fallecimiento de algunos seres queridos como sueños borrosos y distorsionados. Las pérdidas recientes, sin embargo, ya no estaban cubiertas por el dulce velo de la inocencia...

Con el tiempo he ido afrontando la muerte como conocida, como amiga, como familiar y como médico. He tenido la grandísima suerte de trabajar con un equipo de Cuidados Paliativos hace poco. Mirar a los ojos a la persona que está llegando al final, cogerle la mano y acompañarla junto a su familia, ha sido una de las experiencias más duras y a la vez enriquecedoras que he tenido y probablemente tendré jamás.

Es curioso observar cómo esa persona afronta con paz y firmeza su final. Requiere haber pasado por algunas fases antes, haber madurado la idea, haber aceptado algunas cosas. He aprendido que abandonar esta vida a gusto es tanto o más importante que vivirla bien. Y es mi deber como persona, y también como médico, garantizar ese bienestar a los demás.

Justamente durante esta etapa de mi vida he comprendido lo maravillosa y milagrosa (sin contexto sobrenatural y místico) que es la vida. Lo alucinante que es haber podido estar aquí y compartir con todos los demás la oportunidad tan exclusiva de conocer este mundo. 

Inevitablemente recuerdo estos días la carta que escribió Ann Druyan, escritora y productora estadounidense, conocida por ser guionista de la serie Cosmos de 1980 y también por ser la gran mujer que se casó con el gran hombre Carl Sagan, astrofísico y uno de los mejores y más influyentes divulgadores científicos de la historia, y que conozco gracias a mis padres, que me pusieron en la tele la serie que tenían original en cinta de vídeo durante muchas maravillosas noches.

«Cuando mi esposo murió, era tan famoso y conocido por no ser creyente, que muchas personas me preguntaron (y todavía me pasa a veces) si Carl había cambiado y se había convertido al final en un creyente en la vida después de la muerte. También me preguntaron con frecuencia si creo que lo volveré a ver. Carl se enfrentó a su muerte con coraje y tenacidad y nunca buscó refugio en ilusiones. La tragedia fue que los dos sabíamos que nunca nos volveríamos a ver.

No espero volver a reunirme con Carl. Pero lo más grandioso es que mientras estuvimos juntos, durante casi veinte años, vivimos con una apreciación real de lo breve que es la vida y lo preciosa que es. Nunca trivializamos el significado de la muerte fingiendo que era algo más que una separación definitiva. Cada momento que estuvimos vivos y estuvimos juntos fue milagroso, pero no en el sentido de inexplicable o sobrenatural. 

Sabíamos que habíamos sido beneficiados por el azar. Que el azar puro haya sido tan generoso y tan amable que nos pudiéramos encontrar, como Carl escribió tan bellamente en "Cosmos". Eso es algo que me sostiene y que es mucho más significativo. La forma en que me trató y en que lo traté, la forma en la que nos cuidábamos el uno al otro y a nuestra familia mientras vivió. Esto es mucho más importante que la idea de que lo volveré a ver algún día.

No creo que vuelva a ver a Carl nunca más. Pero lo vi. Nos vimos el uno al otro. Nos encontramos el uno al otro en el cosmos, y eso fue maravilloso».

La serie Cosmos fue su proyecto más importante como pareja. En agradecimiento, Sagan dedicó el libró homónimo al que fue el gran amor de su vida:

«En la vastedad del espacio y en la inmensidad del tiempo, mi alegría es compartir un planeta y una época con Annie».

 —Carl Sagan

 

 

https://culturacolectiva.com/tecnologia/ann-druyan-carta-de-despedida-carl-sagan/