Cada vez que pienso que empecé con mal pie, me asusta tener que volver a pasar por lo mismo. Resulta estresante. He luchado toda mi vida (más concretamente estos tres últimos años) para conseguir un objetivo, el de ser estudiante de Medicina.
Me han obstaculizado numerosas catastróficas desdichas, una de las que más me costó superar fue mi crisis de identidad, allá por octubre de hace dos años. Sin embargo no perdí el entusiasmo y lo dí todo. Creo cada vez con más seguridad que la vocación no da los aprobados, pero te empuja a luchar por ellos como si de tu vida se tratase.
Una vez dentro, todo cambia. Pasas de verlos como héroes y unos completos sabios, a verlos como lo que somos: gilipollas que lo dan todo sin recibir nada a cambio, (defínase todo por vida entera).
La Medicina no es nada por lo que sea gratificante pegarse tortas. Es más, es agotador estudiar durante horas, hacer trabajos y prácticas al mismo tiempo, acabar con tu vida social, y lo peor de todo: saber que se tiene la mayor responsabilidad del mundo, tener una vida en tus manos.
Cuando quiero darme cuenta, estoy hablando de Medicina. Hoy he ido a comer con mis amigas de la facultad. Tenía muchísimas ganas de contarles lo bien que me lo había pasado este verano y de preguntarles qué tal todo, en fin, lo típico de un reencuentro. Hemos acabado en la biblioteca explicándole a una de ellas sus dudas sobre Citología para su examen de septiembre. Todas estamos deseando volver a estudiar, pero esta vez desde el principio. Ya estamos planeando cómo quedaremos y qué estudiaremos en la biblioteca. Tengo que admitirlo, por muy raro que parezca, admito que una vez que caes, es difícil salir de este mundo.
Nadie que no sea del gremio podrá comprender jamás la pasión que puede sentirse por todo lo que rodea a la Medicina, por la idea de ser verdaderamente útil el día de mañana, por los conocimientos que se adquieren, por la satisfacción que supone pensar "voy a curar a la gente, voy a devolverles la esperanza, voy a hacer que se sientan mejor". De verdad que quiero intentarlo.
Ha pasado un año desde aquél felíz día en el que me enteré de que había entrado por fin, tras tanto sufrimiento, en el mundo al que había soñado pertenecer durante mucho, mucho tiempo atrás. He pasado un año orgullosa de lo que soy y he aprendido a quererme por haber hecho las cosas por mis propios medios, a pesar de haber sido difícil en ciertas ocasiones. Lo he conseguido. He superado mi primer curso.
A pesar de haber tenido que estudiar en septiembre, sin duda ha sido el mejor verano de mi corta, y podría decirse, intensa vida. Vuelvo con energía y fuerzas para enfrentarme a lo que sea. Los chiringuitos están ya cerrados, los niños ya van al cole... qué rápido pasa el tiempo... ¡mi segundo año! :D
Me han obstaculizado numerosas catastróficas desdichas, una de las que más me costó superar fue mi crisis de identidad, allá por octubre de hace dos años. Sin embargo no perdí el entusiasmo y lo dí todo. Creo cada vez con más seguridad que la vocación no da los aprobados, pero te empuja a luchar por ellos como si de tu vida se tratase.
Una vez dentro, todo cambia. Pasas de verlos como héroes y unos completos sabios, a verlos como lo que somos: gilipollas que lo dan todo sin recibir nada a cambio, (defínase todo por vida entera).
La Medicina no es nada por lo que sea gratificante pegarse tortas. Es más, es agotador estudiar durante horas, hacer trabajos y prácticas al mismo tiempo, acabar con tu vida social, y lo peor de todo: saber que se tiene la mayor responsabilidad del mundo, tener una vida en tus manos.
Cuando quiero darme cuenta, estoy hablando de Medicina. Hoy he ido a comer con mis amigas de la facultad. Tenía muchísimas ganas de contarles lo bien que me lo había pasado este verano y de preguntarles qué tal todo, en fin, lo típico de un reencuentro. Hemos acabado en la biblioteca explicándole a una de ellas sus dudas sobre Citología para su examen de septiembre. Todas estamos deseando volver a estudiar, pero esta vez desde el principio. Ya estamos planeando cómo quedaremos y qué estudiaremos en la biblioteca. Tengo que admitirlo, por muy raro que parezca, admito que una vez que caes, es difícil salir de este mundo.
Nadie que no sea del gremio podrá comprender jamás la pasión que puede sentirse por todo lo que rodea a la Medicina, por la idea de ser verdaderamente útil el día de mañana, por los conocimientos que se adquieren, por la satisfacción que supone pensar "voy a curar a la gente, voy a devolverles la esperanza, voy a hacer que se sientan mejor". De verdad que quiero intentarlo.
Ha pasado un año desde aquél felíz día en el que me enteré de que había entrado por fin, tras tanto sufrimiento, en el mundo al que había soñado pertenecer durante mucho, mucho tiempo atrás. He pasado un año orgullosa de lo que soy y he aprendido a quererme por haber hecho las cosas por mis propios medios, a pesar de haber sido difícil en ciertas ocasiones. Lo he conseguido. He superado mi primer curso.
A pesar de haber tenido que estudiar en septiembre, sin duda ha sido el mejor verano de mi corta, y podría decirse, intensa vida. Vuelvo con energía y fuerzas para enfrentarme a lo que sea. Los chiringuitos están ya cerrados, los niños ya van al cole... qué rápido pasa el tiempo... ¡mi segundo año! :D