Una vez alguien me dijo que el ser humano es el único animal libre. Además de tener consciencia de nuestra propia muerte, lo cual nos capacita para apreciar cada momento de nuestra vida, también tenemos elección para todo.
Elegir. ¿A caso un león puede elegir no matar por despecho, por la lástima que le inspira ese pobre búfalo y así morirse de hambre? El león cazará mientras su salud se lo permita porque lo dice su instinto y eso es inamovible. Es prisionero de su código genético. Debe lealtad absoluta a lo que venga escrito en sus genes, por ello si siente hambre come, si siente sed bebe, si siente sueño duerme, se lava, se reproduce... desaparece.
Tener que tomar decisiones, nos hace independientes. Es constante, lo hacemos sin darnos cuenta, casi como la extensión de nuestro pensamiento. Cuando tecleo, elijo sin pensar a penas más de un segundo qué palabra de entre todos los sinónimos que definen el mismo término, voy a escribir. Cuando camino, elijo sin pensar más de una décima de segundo cuándo voy a cruzar, si cambio mi dirección, si salgo corriendo, si grito, si salto, si lloro, si canto... es mi decisión.
Elegir nos hace libres. Pero ¿cuándo una decisión se convierte en cadena perpetua?
Es obvio que las decisiones que tomamos pueden ser las adecuadas o de lo contrario un fracaso. La opción que nos beneficie (instinto de autoconservación) si en ese momento nos implica exclusivamente, será la decisión correcta. Cuando incumbe a alguien más, la cosa se complica y entran en juego numerosas pautas de comportamiento (razonamientos condicionados por barreras morales, culturales, sociales, ideológicas, políticamente correctas, etc) que regirán el arduo camino hacia el desenlace supuestamente idóneo. He ahí la paradoja, ¿qué fue del instinto de autoconservación? comer cuando se tiene hambre, beber cuando se tiene sed... Hemos llegado al límite. A veces tomamos decisiones que nos perjudican , y aunque sean las correctas por lógica aplastante, somos víctimas a manos de nosotros mismos, somos esclavos de nuestra propia moral y ética. La libertad de la que gozamos siendo "la especie elegida", es una traicionera.
Somos tan libres cuando decidimos, como desdichados. Porque como también alguien me dijo en cierta ocasión, la libertad no hace al hombre felíz.
Pd: Susanita, gracias por animarme tanto...
Elegir. ¿A caso un león puede elegir no matar por despecho, por la lástima que le inspira ese pobre búfalo y así morirse de hambre? El león cazará mientras su salud se lo permita porque lo dice su instinto y eso es inamovible. Es prisionero de su código genético. Debe lealtad absoluta a lo que venga escrito en sus genes, por ello si siente hambre come, si siente sed bebe, si siente sueño duerme, se lava, se reproduce... desaparece.
Tener que tomar decisiones, nos hace independientes. Es constante, lo hacemos sin darnos cuenta, casi como la extensión de nuestro pensamiento. Cuando tecleo, elijo sin pensar a penas más de un segundo qué palabra de entre todos los sinónimos que definen el mismo término, voy a escribir. Cuando camino, elijo sin pensar más de una décima de segundo cuándo voy a cruzar, si cambio mi dirección, si salgo corriendo, si grito, si salto, si lloro, si canto... es mi decisión.
Elegir nos hace libres. Pero ¿cuándo una decisión se convierte en cadena perpetua?
Es obvio que las decisiones que tomamos pueden ser las adecuadas o de lo contrario un fracaso. La opción que nos beneficie (instinto de autoconservación) si en ese momento nos implica exclusivamente, será la decisión correcta. Cuando incumbe a alguien más, la cosa se complica y entran en juego numerosas pautas de comportamiento (razonamientos condicionados por barreras morales, culturales, sociales, ideológicas, políticamente correctas, etc) que regirán el arduo camino hacia el desenlace supuestamente idóneo. He ahí la paradoja, ¿qué fue del instinto de autoconservación? comer cuando se tiene hambre, beber cuando se tiene sed... Hemos llegado al límite. A veces tomamos decisiones que nos perjudican , y aunque sean las correctas por lógica aplastante, somos víctimas a manos de nosotros mismos, somos esclavos de nuestra propia moral y ética. La libertad de la que gozamos siendo "la especie elegida", es una traicionera.
Somos tan libres cuando decidimos, como desdichados. Porque como también alguien me dijo en cierta ocasión, la libertad no hace al hombre felíz.
Pd: Susanita, gracias por animarme tanto...
Buenas... ¿Se puede? Había pensado venir a visitarte y, como hay confianza, pedirte que me invites a un "cafetito".
ResponderEliminarPues sí, amiga mía, enjundiosa cuestión ésta que tratas. Ciertamente, es imposible saber "a priori" si la decisión que tomamos es la mejor, la más adecuada, la que nos proporcionará los resultados más favorables... Y, continuamente, tenemos que tomar decisiones... Vamos andando por un camino y, de cuando en cuando, se nos abren dos, tres o más, y tenemos que decidir por donde seguir. Al elegir, sólo una cosa es segura, dejamos mucho más de lo que tomamos. Pero ¿sabes? yo prefiero equivocarme que quedarme quieto, parado en el cruce de caminos. A algún sitio llegaré, y lo importante, más que llegar, es disfrutar del camino. Si, al final, según dicen, "...todos los caminos llevan a Roma".
Un beso.
Tomar un camino de los muchos que se nos presentan, no da experiencia, por eso elegir es tan difícil, porque cada vez es diferente. Lo que nos hace más sabios es, posiblemente, el equivocarnos, como usted dice, con nuestras decisiones.
ResponderEliminarGracias por visitarme. Un abrazo.
Pd: El café aquí es gratis ¡y está muy rico!