Soy estudiante de cuarto de
Medicina en la universidad de Cádiz. No me considero una persona especialmente
escrupulosa y he pasado horas en quirófano oliendo a heces putrefactas como
consecuencia de una obstrucción intestinal grave de varios días de evolución y me
tocará soportar muchas cosas más (y quizás peores) en mi profesión.
Hoy, domingo, en el informativo
de la hora de comer, el que más familias ven, han emitido un reportaje largo y
completo sobre los cadáveres que se encuentran sin documentación que no pueden
ser identificados y que nadie reclama. Todo parecía ser un reportaje normal,
meramente divulgativo y anecdótico hasta que han comenzado a aparecer
fotografías de personas fallecidas (no cuerpos sin vida, sino PERSONAS, con
madre y padre, al menos), individuos ahogados, descompuestos, entumecidos,
ensangrentados...
La primera pregunta que se me
vino a la cabeza tras cambiar el canal (no por asco sino por indignación) fue
quién demonios ha permitido que esas imágenes se hagan públicas y totalmente
notorias en la primera cadena de televisión, ya que, por ley, tendría que haber
un secreto profesional entre el médico forense y el paciente (sí, el
fallecido).
La siguiente pregunta que no pude
evitar hacerme fue qué sentido tiene hablar sobre los cadáveres que nadie
reclama en un informativo si lo que importa es que la familia o amigos del
cadáver lo reconozcan a través del instituto anatómico forense o la policía y
no a través de la tele (me ha sonado al más macabro de los programas estilo “Diario
de Patricia”).
Y ya que a alguien sí le ha
parecido buena idea hablar sobre el tema, ¿no se ha dado cuenta de que TODA LA
INFORMACIÓN QUE HAN DADO podría haberse entendido igualmente sin esas imágenes
tan traumáticas, crudas y desgarradoramente frías?
¿Dónde dejaron la empatía?
¿Es que es necesario tanto morbo
para atraer a la gente? Ya no es cuestión solamente de herir o no la
sensibilidad de un “sensiblón” o “sensiblona”, están jugando con la educación
de las personas, están enseñando que los pies asomando por debajo de una sábana
blanca en el suelo de una calle destrozada por una guerra, o los charcos de sangre en los portales de las
casas donde hubo violencia de género, los mutilados o niños muertos de hambre,
son tan normales como “el llover”. La gente se está acostumbrando a ver todo
tipo de atrocidades y está dejando de tener
sentido. Ya nadie se asusta. Ya nadie siente empatía.
Las verdades hay que decirlas (aunque
la verdad que se cuenta en televisión ya ni es verdad ni es nada), no hablo de censura, pero creo que
es importante proteger la sensibilidad. Es la sensibilidad la que promueve el espíritu
solidario de las personas, la que mantiene la ilusión viva, la que da
imaginación y libertad de expresión y crítica.
Están ustedes convirtiendo a los
niños y jóvenes (el futuro) en peleles violentos, grises, vacíos e insensibles.
Están deshumanizando a la población. Sin humanidad no habrá nada que nos
distinga de las bestias.