5 dic 2010

Disney


Cuando nos sentimos mal, nada ni nadie excepto un héroe Disney suele animarnos... Peter Pan (su autor padecía el síndrome que le da nombre al famoso cuento, se hizo adulto demasiado temprano y reclamó su infancia a través de la literatura) es del que hablaré hoy.

Los sueños de la infancia se frustran en ciertas ocasiones: cuando se "crece" drástica y antinaturalmente (un divorcio, una muerte, una enfermedad, un traslado...), cuando a un niño le exigen demasiado (ser el mejor estudiante, ser el más bueno, el más guapo), etc. Ello puede ocasionar, en el primer caso, una madurez anticipada que conllevará un exceso de responsabilidad y de sentimiento de culpa en todo lo que le rodee. En el segundo caso, el individuo puede llegar a ser alguien de éxito, pero puede convertirse más fácilmente en una persona frustrada y sin metas en la vida. Al no estar acostumbrado al fracaso, puede ser fatal que pierda en algo.

Los "Peter Pan" son muy vulnerables, aunque parezca lo contrario. Que tengan una gran coraza es únicamente el resultado de ser como son, pero como dice el sabio Refranero español, "La procesión va por dentro". Es raro de explicar, porque me da la sensación de que la fortleza espiritual de la que presumen para cuidar de los demás, es la misma de la que carecen para consigo mismos, como si de una madre se tratase. Yo soy Peter Pan. Hago propio cualquier atisbo de culpabilidad que genere algo que, en principio, debería ser ajeno a mí. Me preocupo más por los sentimientos de los demás que por los míos propios y animo y atiendo a todo el que se sienta triste con más ahínco que su propia madre.

No puedo dejar de preguntarme: ¿A caso ser así beneficia realmente a alguien?

Hace tiempo conocí a una "Peter Pan". Fuerte y dulce, sin nada más que su cabecita loca y su risa pegadiza. Personas como ella aportan luz a quien se encuentra perdido en un camino oscuro, porque saben cómo mirar y hablar a quien lo necesita. He llegado a la conclución, con el tiempo, de que es por su intensa experiencia en su corta vida. Saben tanto... y aman con tanto empeño... Pero nunca lo reconocerán, quizás forme parte de su don, el de sentirse nadie cuando lo son todo...

Peter Pan es el que nunca fue niño del todo y el que más paz e ilusión reparte en el mundo adulto. Parece que beneficia mucho más al que se ve apurado y es cercano al personaje que a él mismo, pero no tiene porqué ser así. Puede que todos salgan ganando, al fin y al cabo alguien debe hacer reír a los demás en los momentos tristes y debe aconsejar a los indecisos. Quizás sea hora de entender qué lugar ocupamos en el mundo. Quizás deberíamos plantearnos la importacia que tenemos en la vida de los demás antes de pensar que estamos perdiendo el tiempo, que solo somos aquella niña de tirabuzones negros...

6 comentarios:

  1. ¡Dio mío , Irene! ¡Qué profundidad! ¡Qué profundidad y que misterio el ser humano! Lo que para unos es horrible a otros parece gustarle... Conocernos, querernos, respetarnos, ayudarnos para poder escuchar, respetar, ayudar y querer a los otros. En cada uno está la clave, creo....

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  2. De lo malo se aprende más que de lo bueno. Las experiencias duras son las que acaban convirtiéndonos en seres humanos. Creo que las personas que viven alguna desdicha son las madres de todos los demás.

    Un beso y un abrazo muy fuertes...

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  3. Irene, creo que se aprende de todo, de lo que nos hace feliz y de los que nos hace sufrir. Necesitamos de ambos, como del día y de la noche. Luego está el msterio de cada uno, de como reaccionamos ante el dolor y la alegría. No olvides que la madre de verdad es la que quiere con toda el alma pero lo que más quiere son esas alas de liberdad, aunque esas alas lleven al hij@ muy lejos en el espacio pero siempre muy cerca en el corazón.

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  4. Llevas toda la razón. De todo se aprende, y la inociencia, que es lo que se pierde con las malas experiencias, también es una cualidad que debe tenerse en cuenta para transmitir paz y cariño (el trabajo de una madre). Quizás me deje llevar por mis circunstancias. A mí me han servido más mis caídas porque me han enseñado a levantarme y a ser más fuerte, lo cual implica que mi trato hacia los demás es más realista de lo normal...

    Ningún extremo es bueno, ya se sabe.

    Un beso.

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  5. ¿Qué es la inocencia Irene?

    ¿Es confiar en la bondad del ser humano?

    Si un niño pequeño, al caerse la primera vez que intenta ponerse en pie y andar, desistiera de hacerlo por miedo a la caida, ¿qué sería de él?

    Sólo aprendemos equivocandonos, no hay otra forma de fortalecernos y de crecer por dentro. Esa creo que es la finalidad de los años que estamos aquí, aprender, SER.

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  6. Con mi mayor afecto, aprovecho este medio, querida Irene, para desearte una Feliz Navidad.

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