13 ago 2016

Carreteras secundarias

El sol del crepúsculo baña mi cuerpo. Cubierta de una luz cálida y brillante, sentada y bien atenta a la carretera, voy conduciendo entre lagos, montañas y pueblos blancos al filo de barrancos de piedra que parecen infinitos. Pinos, acebuches, jara y retama adornan mi camino. El dorado de las ramas secas, el castaño de los troncos gruesos y firmes y las verdes hojas, me recuerdan que mis raíces pertenecen a una tierra rica y llena de vida. Recuerdo los años de veraneo en Córdoba, cuando admiraba sin querer toda esa belleza que hoy me enorgullece. Conduciendo por Cádiz he vuelto a sentir la inspiración que solía venirme paseando a la orilla del mar hace ya algunos años.

Es curioso cómo uno tiende a ser más de su tierra cuando se va, o mejor dicho, cuando tiene que irse. Suele pasar que lo que consideramos cotidiano no nos importa hasta que dejamos de tenerlo a nuestro alcance. Ocurre casi siempre y con casi todo.

La nostalgia del expatriado, la llaman.

Hoy me he dado cuenta de que llevo "expatriada" unos 4 meses. La nostalgia es un sentimiento muy propio de mi personalidad, pero siempre había sido una nostalgia inspiradora, como cuando recuerdo las navidades en casa de mis abuelos, o jugando en la piscina del campo en el pueblo. Ahora es una sensación de desarraigo, un vacío que a veces se apodera de mi mente y me retuerce el corazón. 

Ahora me empeño en ser de donde vengo, reclamo y exclamo que soy de Andalucía. No quiero pertenecer a otro lugar, me siento en la necesidad de vivir mi antigua rutina, de beber gazpacho, de escuchar a la gente tocando las palmas por la calle, de ir al mercado y ver los atunes enteros en la plaza, de la copa de fino con una tapa, del arte de aquí, de su músicaa, de su pintura, de esa vida.

Y si estoy yo así, que me fui por trabajo seguro, acompañada, a 3 horas en coche de casa, rodeada de gente maravillosa y muchísimos lugares preciosos por descubrir, ¿cómo se sentirán todas esas personas con nombre, con familia y con sueños que han tenido que salir con lo puesto, con rumbo a lo desconocido y sin forma alguna de volver? ¿cómo podrán vivir cada día huyendo y sabiendo que su tierra, cada vez más lejana, ya sólo es un recuerdo?

Me tocó irme, pero hoy conduciendo por esas carreteras secundarias, perfectamente andaluzas, me ha saltado a la mente una idea: Los caminos más bonitos, son los desconocidos, los que no sabes adónde irán ni cuánto tiempo te llevará transitar por ellos hasta llegar a tu destino. La magia está en saborear el momento y observar el paisaje que se encuentra ante ti, a los lados de tu camino. Existen los trayectos directos, cortos y fáciles de seguir, pero tomando atajos, se evita pensar y sentir. Sentir dudas, miedo, sorpresa, y en definitiva, se evita vivir y aprender de circunstancias que de otra manera nunca hubieran tenido lugar.

Salir de tu zona de "confort" para, simple y llanamente, seguir luchando y viviendo, es un paso muy difícil de dar, pero a la larga, esa carretera secundaria que tuviste que tomar, te lleva a un lugar bello, a una nueva perspectiva de vida que hubieras ignorado para siempre yendo por la ruta directa (considerada en un principio como correcta).

¿Cuántos caminos se podrán escoger para llegar a un mismo sitio? 

No tengo la respuesta. Cada elección que hacemos en la vida nos hace aprender algo distinto, pero estoy segura de que tomando una decisión que a priori no parece la ideal, se puede llegar a ser muy feliz si se disfruta del camino.

 

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