19 ago 2010

Trocito de infancia


Hoy algo me ha hecho recordar que hace una enternidad yo solía ir de vacaciones al pueblo de mis padres, donde teníamos una pequeña casita en mitad de un encinar, allí en Sierra Morena.

Recuerdo que cada noche salíamos a la terraza y cenábamos a la luz de un par de farolillos que colgaban de la fachada, solos ante un alboroto de sonidos y sombras. Grillos, cigarras, lechuzas, conejos, zorros, murciélagos, ranas...

Recuerdo que me bañaba desnuda. Encendíamos las luces de la piscina y jugábamos a hacernos los muertos, tumbados boca arriba en el agua, observando el cielo.

Miraba las estrellas y me sentía minúscula, de hecho fue uno de los pensamientos que de pequeña me quitaban el sueño. Ver aquella inmensidad encima de mí me dejaba atontada durante horas.

Todavía no he vuelto a ver el cielo tan limpio como aquellos veranos, y dudo que lo vuelva a hacer.

Todas las siestas me sentaba en el mismo sofá y dibujaba o leía como una loca esperando a que mis padres se despertaran para poder subir de nuevo a la piscina. Había días que el calor era insoportable y mis primos, mi hermano y yo hacíamos guerras de globos de agua. Yo siempre perdía.

Creo que uno de mis recuerdos más tiernos de ese campo es ver a mi abuelo sentado debajo del toldo en el borde de la piscina mientras nos bañábamos. Y que mis padres, al limpiar la depuradora antigua sacaran una pequeña rana de San Antonio y me la dejaran en las manos mientras intentaba mantenerme a flote. Recuerdo que jugué con ella durante horas. La cogía entre mis manos, y al pasar un rato las abría y la dejaba libre en el agua y la perseguía buceando hasta que se quedaba quieta y entonces la volvía a coger. Era verde esperanza con una pequeña línea dorada que le rodeaba los ojos.

Cuando venía mi tía a vernos siempre acabábamos escapándonos ella y yo de todos los demás para vivir aventuras recorriendo el resto de las tierras de mi campo. Había un riachuelo que en verano se secaba y dejaba un sendero lleno de arbustos y juncos secos. Nos gustaba ir allí y sentarnos en unas rocas grandes a observar un árbol que se había muerto hacía muchos años. Ella siempre dijo que fue a causa de un rayo.

Es curioso. Una vez soñé que estaba allí, en mi campo. Me tiraba de cabeza a la piscina y al salir a la superficie estaba él. Nos besábamos. De pronto me desperté. Fue uno de los sueños más placenteros que he tenido en mi vida. Reuní los dos trocitos de mí que más felíz me han hecho sentir. Cuando abrí los ojos pensé "esto tiene que significar algo". Ahora lo sé.

Te...

2 comentarios:

  1. ¡Qué bonito Irene!

    Una vez, no sé como ni porque mi madre estaba leyendo una carta que tu madre le había escrito a tu padre, mi hermano. No sé cuantos años tendrían, 13 ó 14 y quede sorprendida de la carta tan bonita, tan especial que tu madre había escrito. Mi madre y yo nos quedamos maravilladas y encantadas por la persona que había detrás de esas palabras. Parece Irene que tu escribes como tu madre. Un beso

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  2. Mil gracias... Un beso gigante, hablaremos.

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