30 dic 2013

Queridos y queridas

Me gustaría decir que nunca duermo con calcetines, pero en invierno siempre acabo haciéndolo. Temo el tacto frío con las sábanas de mis pies desnudos. Es una estupidez.

Me pasa mucho eso de tener los calcetines puestos y, en mitad de la noche, hacer un perfecto movimiento con el pie (típico que si te lo propones no lo consigues) y que se me resbale del mismo uno de los calcetines. Así que me quedo el resto de la noche con un solo calcetín, aunque normalmente, entre sueños, me doy cuenta, y acabo quitándome el otro a propósito. 

Lo peor de todo no es eso, porque el calor del resto de mi cuerpo ya ha calentado mis sábanas y deslizar mis pies desnudos por ellas no es nada incómodo sino placentero, lo peor de todo es notar los calcetines sueltos, hechos una bola, cada vez que me muevo o me doy la vuelta. Y por supuesto, tener que buscarlos antes de hacer la cama, porque, claramente, han ido al pliegue más remoto del fondo del todo.

El año muere, para bien o para mal. Otro año empezará y volveremos a tener la sensación de que el tiempo pasa más deprisa de lo que imaginamos, y que nunca vuelve.

Recuerdo vagamente mis Navidades, más bien lo que recuerdo son escenas familiares concretas que se repetían año tras año, como comer lacasitos en vez de uvas (de pequeña odiaba la fruta), o encender bengalas tras las doce campanadas y salir a la calle, allí en el pueblo, oliendo a pólvora y jugando con el vaho que salía de mis labios en aquella noche invernal, en plena sierra del norte de Córdoba. Gritar a pleno pulmón, rodeada de mis primos y hermano, calentarle la cabeza a mi abuelo y hacer que nos persiguiera por el pasillo de aquella fría casa amenazando con darnos con el cinturón...

Recuerdo ver los programas de humor de la primera durante la cena, que tanto nos hacían reír, brindar con mis padres y mi hermano, abrazarnos los cuatro y decirnos cuánto nos queríamos, los años que estuvimos solos.

Cuántas Navidades llevo pasadas...

Y cuántas nos quedan, ¿no?

Creo que este año estoy menos triste, menos exigente. Aquellas cosas que me hacían amar la Navidad, ya no están, pero, ahora soy más consciente del tiempo y estoy empezando a darme cuenta de que lo más valioso que tenemos, es nuestro presente.

Los recuerdos forman una parte importante de quienes somos, pero somos los que estamos aquí y ahora, buscando la felicidad, el valor y el ánimo para luchar y fisfrutar un año más de nuestra vida.

Un año más para mi supone disfrutar otro año de mi tierna y alocada familia, mis padres y mi hermano, los que siempre han estado conmigo. Un año más, significa estar a un año menos de acabar de recorrer el camino que comencé en 2009, cuando entré en la carrera más bonita del mundo. Un año más hace una suma de cinco cerca de la persona a la que quiero, mi mejor amigo y compañero de viaje. Un año más es otra oportunidad de hacer todo lo que no he podido éste último, de vivir todo un poquito más y mejor...

Queridos y queridas, feliz año nuevo.

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